Es duro vivir como si lucharas contra todos, solo porque no eres como ellos les caes mal. Lo que eres no está mal, simplemente te gusta trabajar o sientes placer en el estudio, y al ellos compararse contigo, mientras que buscan una forma de escaparse del trabajo o evitar hacer lo que deben hacer, tú simplemente haces lo que debes; hasta piensas en opacar tu luz solo para que los demás no se sientan incómodos o no se quejen.
Eres malo para encajar, pero te vuelves malo, para encajar, abandonas tu esencia solo para seguir a los demás u obtener un poco de aceptación. Por más diferente que seas, eres humano, por tanto, te da miedo terminar estando solo. No quieres estar solo, no nacimos para estarlo, pero inevitablemente terminas sintiéndote así en medio de personas que no tienen la misma esencia que tú. Llegas a pensar que naciste siendo un error.
No es tu culpa que seas más capaz que la mayoría para ciertas cosas. No es tu culpa que hayas nacido con dones peculiares o particulares; simplemente debes sacarle provecho a lo que eres y avanzar con ello en mente. Aceptarse es duro, y más cuando lo único que has escuchado en tu vida es que deberías ser diferente. La vida te termina doliendo, el proceso de vivir te parece cansado o incluso hasta te aterra, y lo peor de todo es que sientes que la lucha por la cual los demás se afanan todos los días no tiene sentido. ¿Qué sentido tiene esforzarse para ganar mucho dinero a expensas de perder la salud que es necesaria para ser feliz y gozar de muy buenos momentos con tu familia? ¿Qué sentido tiene amasar una fortuna si luego, cuando estás solo en tu auto que viaja a la velocidad de la luz, te das cuenta de que tuviste que colaborar con la explotación de niños en Vietnam?
No puedes hacerles saber a los demás cuando están en un error, pero ellos aprovechan desde que pueden hasta la mínima oportunidad para poder hacértelo saber a ti. Te duele aunque digas que no, y aunque no quieras aceptarlo porque llevas toda la vida llevando quejas de que eres demasiado sensible y no quieres darles la razón, pero realmente te duele. Tanto que no quieres ni siquiera abrir la boca solo para no incomodar. Quieres solamente desaparecer a veces e incluso hasta llorar, pero no quieres darle la razón a tus detractores. Pero te duele lo que dicen, lo que hacen, cómo lo dicen y cómo lo hacen realmente te duele.
Vivimos en un mundo poco sensible que utiliza las palabras bonitas solo para lograr una venta, una votación u obtener algo de ti. Pero a ti te importan los demás y tratas de beneficiarles. Cuidas de su bienestar aunque ellos no cuiden siquiera de sí mismos. Te importan las cosas, te importa la gente y esa muchas veces es tu peor debilidad, puede y es tu mayor fortaleza, pero se siente como debilidad la mayor parte del tiempo.
Terminas estando solo, a medias porque lo decides, pero a medias porque no tienes de otra tampoco. Cuando haces el intento de encajar y estar junto a los demás no puedes fluir bien. Resulta que eres demasiado brusco con ellos porque la mayoría somos sensibles con respecto a lo que nos hacen pero insensibles respecto a lo que hacemos. Vivimos siempre queriendo lo inmerecido, sin merecer. Hacer lo correcto se vuelve como en un fruto prohibido que no puedes tocar.
Todos quieren hacer lo incorrecto y en medio de un montón de personas que no quieren hacer su trabajo, a ti no te molesta tener que hacer el tuyo. Los extrovertidos que tratan de mostrarse como inteligentes delante de otros terminan odiándote cuando ven que tú realmente superas su inteligencia. Pero no solo te atacan porque los superaste aunque eso influye es obvio, en su interior ellos luchan también. Quieren sentirse parte y sentirse aceptados, por eso se ponen todos los días un disfraz que han entendido que les funciona porque alguien les dio un halago y con ello entendieron que estaba bien que ellos fueran así. Así que adoptaron ese disfraz y lo acogieron como identidad, reflejado ya sea detrás de maquillaje, ropa colorida, tatuajes o cualquier otra cosa que supuestamente nos diferencia de los demás. Son diferentes por fuera pero los escuchas hablar o actuar y resulta que se parecen a todos, porque podemos ver las apariencias más no la esencia y por eso deciden cambiarse así.
No eres perfecto, y lo reconoces y aceptas. Reconoces cuando haces algo mal y tomas la responsabilidad por tu error. Los demás envidian eso, hasta esa seguridad puede ser razón de envidia. Todos quieren tener el valor de ser ellos mismos, pero la presión social, el miedo a no ser aceptados y a la soledad es demasiado grande, tanto que perder nuestra identidad nos parece un precio justo a pagar por mantenernos con vida y conectados con los demás. Nada atemoriza más que permanecer solos. No nacimos para ello, siempre necesitamos y necesitaremos de otros. La vida es así. Es duro cuando vives contra todos, luchas para mantener tu identidad aunque al mismo tiempo tratas de ver como eso puede encajar y servirles a la multitud, pero te duele y desgasta a la larga.
La gente solo piensa en lo que ellos quieren aunque eso que quieren les haga daño, y aquellos que lo que quieren les hace bien tienen miedo de ello. Pero bueno, eso es tema para otro día. Me gustaría decirte por qué si has leído hasta este punto es porque quieres saberlo, pero como te dije, vivo contra todos.
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